Todavía traigo en mi alma el buqué del Humanismo que transpira el Padre Pedro Pantoja. Por cierto, un digno jesuita que nos recuerda esa luminosa frase que un día encontré en el Rojo y Negro de Stendhal: La Verdad es austera. Digamos que asistimos ante un compromiso cristiano y social donde se estrellan la hoguera de las vanidades. Le vale wilson el glamour de los reflectores. En su rostro lleva el tatuaje de un catecismo que no se reduce a la liturgia de los prelados acomodaticios. Como diría aquel italiano, que una vez observó en la frontera el desprecio de los gringos por los mexicanos y su ruinosa pasividad con el “ya lo pagarán con Dios” : Y AQUÍ EN LA TIERRA QUIEN LUCHA CONTRA ESTAS INJUSTICIAS…
El Padre Pantoja es el espartano de la lucha por los derechos de los migrantes en Coahuila. Pues gracias a la Universidad Metropolitana de Monterrey, en días pasados tuvimos la preciosa oportunidad de presentar Migración y Humanismo en la vida del Padre Pantoja.
“Esta noche huele a la última cena de Cristo”, fueron mis primeras palabras cuando me tocó el turno al micrófono. Y es que nos encontramos ante un cristianismo que nomás no le gusta a la dinastía de los Moreira. Para los hombres del Poder los migrantes son algo así como fantasmas que estorban y afean la ciudad. Que no merecen ni una gota de agua del presupuesto.
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…y ahí estaban los hijos del Padre Pantoja.
De Guatemala, de Honduras, de Nicaragua, de El Salvador. Los Huérfanos de Centroamérica bajo el cobijo de una especie de Juan el Bautista en el noreste de la república mexicana. Mira nomás cuando los hombres de Empresa colaboran con una causa social. Tuvimos la oportunidad de brindar un ejemplar a los hermanos migrantes. Mira nomás…
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El apostolado del Padre Pantoja se antoja como el doctorado que no existe en ninguna universidad del mundo: SERVIR AL PROJIMO.
Un apostolado con aroma a John Lennon:
Imagine there s no heaven
It s easy if you try
No hell below us
Above us only Sky
Imagine all the people
Living for today
Imagine there s no countries
it isn t hard to do
Nothing to kill or die for
And no religion too
Imagine all the people
Living life in peace
You may say I m a dreamer
But I m not the only one
I hope someday you ll join us
And the world
Will be as one
Imagine no possessions
I wonder if you can
No need for greed or hunger
A brotherhood of man
Imagine all the people
Sharing all the world
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Esa noche tuve el placer espiritual de leer las siguientes líneas:
No se puede tapar el sol con un dedo. Porque el trabajo humanitario brilla por encima de las tinieblas. Y no hay acción intimidatoria que trastoque la dignidad humana. Sabemos que el Padre Pedro Pantoja desarrolla una tarea singular en defensa de los derechos humanos de los migrantes. Que no se reduce nada más a un acto de indulgencia. Que no se agota en el lastimero y despectivo ¡Ay! Pobrecito, viene todo sediento, mira, tápate las narices, deben oler muy feo. Bien sabemos que suelen ser los argumentos de quienes ostentan el poder para no solidarizarse con los hermanos centroamericanos. Pero la dinámica del movimiento migrante registra un constante avance. Porque la cobertura por las personas migrantes también es de orden jurídico y psicológico, sin olvidar el aspecto de la salud física.
Nos consta que el Padre Pedro Pantoja se ha convertido en un símbolo del humanismo de nuestro tiempo. Y también nos consta que ha desarrollado una misión cristiana a contracorriente. Digamos que es algo así como el Juan el Bautista de los migrantes en el noreste del país. El humanista que ha logrado abrir un oasis en el desierto de la indiferencia. Donde su tarea cristiana y social le ha prodigado una runfla de enemigos gratuitos. Pero la semilla ha germinado. La flor del humanismo ha desplegado sus pétalos y los frutos de la solidaridad ahora son tangibles. Basta con darse una vuelta a la casa del migrante en Saltillo para presenciar una obra digna de ser llevada a las páginas de un libro: ver a los hermanos migrantes jugando futbol, entreteniéndose con juegos de mesa o en el comedor consumiendo sus alimentos; aunado a un equipo de voluntarios que acuden por la vocación de servir. Y que nada más en sus 12 años de operar han recibido a 80 mil “forasteros”.
Es decir nos encontramos ante un proyecto donde el ser humano ensaya la generosidad con sus semejantes. Un espejo donde se arremolinan las interrogantes, similar al semáforo que se ha descompuesto y que ahora parpadea sordomudamente.
¿Por qué se han descompuesto tanto las cosas?
¿Por qué persiste una ominosa grieta en el seno de la “sociedad avanzada”?
Mientras, el hambre y la desigualdad se expanden como una mancha negra que descompone la hermosura de los mares; mientras, la ciencia de la muerte nos asombra con los drones, esos artefactos de la muerte no tripulados que apabullan a la misma ciencia ficción. Por eso nos interesa presentar a los cuatro vientos la obra del Padre Pantoja. Porque, como bien dice el Padre Solalinde el contenido del presente libro será un testimonio revelador para las siguientes generaciones: las tareas de un sacerdote que se interesa por el ser humano, mucho más allá de esa fiebre por el poder y el dinero.
Ignaciano de Loyola Sigue vivo y actual doy testimonio de muchos de sus hijos que mantienen vivo el evangelio de los pobres.