SERGIO AGUAYO EN 72 MIGRANTES

18

Migrante aun no identificado

 

 

El horror anónimo es una abstracción que obstaculiza la empatía y solidaridad.  Mi forma de rechazar esas aberraciones que nos degradan como país es dándole al guatemalteco 18 una identidad plausible.

En 1981 me encontraba en Puerto Rico, un poblado entonces insignificante de la Selva chiapaneca de Marqués de Comillas. Acompañaba a funcionarios de la Comisión  Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) Y del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur)

Una mañana empezaron a llegar  a la ranchería miles de campesinos guatemaltecos. Salían de todos lados de la cerrada selva. Eran una turba harapienta y hambrienta, una parte de la cual traía heridas infectadas.

Entre ellos venía una adolescente cuya cara y voz sigo recordando. Había dado a luz en la selva y llegaba cargando un hijo y una infección severísima. Compartimos con ella y otros enfermos graves un cobertizo que nos protegió de una tormenta de selva tropical.. La adolescente se quejó toda la noche mientras hablaba en su lengua. No había nada que hacer. Murió antes de que saliera el sol y amainara la lluvia. El hijo sobrevivió y creció en un campo de refugiados de Quintana Roo. Quienes lo cuidaron, le pusieron por nombre Toño, para así darle un agradecimiento al ranchero que había ofrecido su casa como refugio temporal. Recuerdo a Toño como niño chimuelo, sonriente y taciturno al mismo tiempo. Me lo enseñaron en una visita al campo cercano a Chetumal. Me lo imagino adolescente hartándose de trabajar en la construcción de hoteles en la Riviera Maya y ver de lejos los bustos desnudos de las turistas blancas. Lo visualizo repatriándose a Guatemala y desencantándose con la democracia y decidiéndose por reiniciar su éxodo en busca del “sueño americano”. Así fue como regresó a México, el país que le dio la vida y en donde encontró la muerte al borde mismo de la línea. El no tuvo la suerte de su madre y no encontró santuario en Estados Unidos; fue ejecutado porque no quería ser sicario. Prefirió la muerte anónima porque Toño sabía que era la forma de reencontrarse, finalmente, con su madre muerta en 1981. Nunca se supo el nombre de ella; el guatemalteco 18 se llama Toño.

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