LA MUERTE DE UN CICLISTA… (EN EL ESTADO DE PROGRESO)

POR ROBERTO GUILLEN

 

En los tiempos de Nacho Zapata y de la alianza de Usuarios, cada vez que atropellaban a un transeúnte, solíamos acudir para señalar el sitio con una cruz de cal y una veladora. Los activistas tomaban el micrófono y volanteaban para denunciar el hecho y hacer conciencia entre la población.

Pues ahora son los ciclistas quienes reclaman justicia y un espacio de movilidad para sus bicicletas. Recientemente ocurrió que un automovilista en estado de ebriedad embistió a un pelotón de ciclistas que se desplazaba por la Carretera Nacional. En el incidente perdió la vida el señor Helidoro Rodríguez de 49 años, mientras  otros tres ciclistas resultaron lesionados.

Este lamentable hecho hubiera pasado como una tragedia más de las que cotidianamente se registran en la metrópoli, a no ser porque la comunidad de ciclistas que pugnan por espacios de movilidad, organizaron una caravana y estuvieron presentes en el funeral del ciclista fallecido.

Fue David Pulido, de la organización Pueblo Bicicletero quien levantó la voz y exigió justicia ante el lamentable suceso. Una acción de esta naturaleza, donde observamos la decidida participación de los ciclistas, nos habla de que avanzamos hacia un Monterrey donde otras expresiones de convivencia luchan por coexistir.

Porque la ciudad sigue siendo ruda tanto para el peatón como para el ciclista. Sin embargo, el Pueblo Bicicletero  persiste en sus demandas. A pesar de la mala fama que tienen los conductores de Monterrey, estos héroes del asfalto continúan desafiando no solo al valle de los onagros, sino a la misma sordera electorera de los políticos.

Ver un ciclista en toda ciudad es un poema a la pluralidad de existir. Incluso visualmente le da un toque plástico a la ciudad. Ya no digamos que la bicicleta se ha convertido como en un sinónimo de salud. Y en  una alergia para las agencias de automóviles. Deberían saber los hombres de negocios que, paradójicamente, los esfuerzos del  Pueblo Bicicletero  tarde que temprano nos conducirán a diluir nuestro bárbaro provincianismo…

 

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