DE SOLDADO A DEPORTADO: LAS ESQUIRLAS HUMANAS DE UN IMPERIO

 

Que tal, queridos lectores, a continuación les presentamos la cruda historia del soldado mexicano que fue arteramente usado como carne de cañòn, con la perversa promesa de brindarle la ciudadanía…pero después de tantos años de arriesgar su vida, peleando por un país que no es el suyo, simplemente le dieron una patada en el trasero, es decir, lo deportaron. 

Esta historia de la frialdad gringa corresponde a la pluma de Laura Sànchez, y fue publicada por www.eluniversal.com.mx

 

La última vez que Fabián se presentó ante el juez de distrito en Estados Unidos, la sentencia le cayó como una ráfaga de balazos en el pecho. Desde el estrado, retumbó en la pequeña salita el veredicto. Sentado en el banquillo de los acusados, Fabián Rebolledo escuchó desconcertado.

“Me dio las gracias por mi servicio militar, pero me dijo que yo era una amenaza para la sociedad y me deportó así nada más”. El 4 de marzo de 2010, después de vivir 22 años en Estados Unidos junto a su familia, el morelense fue expulsado de ese país.

Pero Fabián no era un migrante cualquiera: desde 1996 fue reclutado por el ejército de Estados Unidos, y durante más de tres años el mexicano recibió entrenamiento militar. Cursó la escuela de paracaidismo y se especializó en armas y búsqueda de explosivos.

Ya para 1997 había firmado su primer enlistamiento, “lo firmé porque a mí se me prometió la ciudadanía americana, en cuanto firmara mi enlistamiento. ¡Yo ya estaba emocionado porque iba a ser el primero de mi familia que se iba a hacer ciudadano!”.

En 1999 el joven chaparrito, de pecho erguido y piel color chocolate, sería enviado a Kosovo, donde había estallado el conflicto entre las guerrillas albanesas y las fuerzas de seguridad serbias.

Yo era un “limpiador de minas”, el que andaba con el detector de metal, localizando las minas, tenía que escarbar alrededor y sacar el explosivo. Ese era parte de mi trabajo. Llegamos a sacar hasta 100 explosivos en menos de una semana”, relata.

El de Fabián no fue el único caso. Miles de veteranos de las fuerzas armadas estadounidenses han sido deportados en los últimos años a pesar de haber combatido en las guerras en las que ha participado el gobierno de Estados Unidos, y no obstante de que les prometieron la nacionalidad estadounidense.

Combatientes de la guerra de Vietnam hasta la de Afganistán han sido repatriados, incluso aquellos que obtuvieron las medallas de valentía. El mayor número de deportados son los veteranos de guerra mexicanos, aproximadamente 2 mil 500, quienes viven en ciudades de la frontera norte con las múltiples enfermedades y secuelas que dejó la guerra.

Kosovo, una pesadilla

Hoy, Fabián Rebolledo viste su traje de gala, el mismo que usó en Kosovo. En el saco negro no se asoma ni por casualidad arruga alguna; en las mangas lleva dos listones dorados como el oro. La boina guinda se inclina de lado, dejando al descubierto las líneas de expresión en la frente.

Nos vemos en la barda fronteriza que separa México de Estados Unidos. Ese lugar es significativo para los veteranos de guerra deportados: ahí plasmaron sus nombres, en las rejas de metal. Y desde ahí se ve Estados Unidos.

Fabián rápidamente atrae las miradas. Se impone sin proponérselo. Su voz grave, y todas las insignias que lleva en la ropa, hacen suponer que es alguien importante. Y sí lo fue: “este fue un regalo que nos dieron de Francia a Estados Unidos cuando ambos países se unieron; esta otra es la insignia de la unidad; y ésta significa que hago trabajo de artillería”, comenta.

Del lado izquierdo lleva el broche más bello de todos, una de las mayores condecoraciones que un soldado puede portar: un par de alas color plata, “las de paracaidismo”. Abajo una serie de cuadros de colores que le otorgaron las Naciones Unidas.

El soldado Rebolledo va al grano: “Me siento traicionado por esa nación (Estados Unidos), porque a pesar de que fuimos la carne de cañón, y después de haber servido, nos echan así, de esa forma, sin tener ningún tipo de consideración”.

Recuerda que una madrugada de abril, y luego de volar 17 horas, los recibió una Albania congelada, alrededor de las tres de la mañana. No olvida que fue tremendo, aún alcanza a ver los misiles cayendo sobre las lomas, mientras una copiosa nevada se abatía sobre territorio de aquel país.

Temblaba el piso, la tierra se estremecía y a Fabián se le salían las lágrimas. “Dónde me vine a meter…”, pensó el joven de apenas 24 años. Pasaron por Macedonia, Pristina y, finalmente, llegaron a Kosovo. Al mexicano aún lo perturba ese momento.

“Había todo tipo de animales muertos, cuerpos, gente muerta, empiezas a oler, a saber a qué huele la muerte, los cuerpos. Yo estaba haciendo guardia en la parte de arriba de la camioneta, pero después fue tanto la costumbre que ya no necesitaba la pañoleta en la cara”, rememora el soldado.

La expulsión

Fabián Rebolledo se jugó la vida en Kosovo, y lo único que recibió fue un green card, un permiso temporal para vivir en ese país, condicionado y que exime a quienes lo obtienen de los beneficios que goza un ciudadano estadounidense.

La tragedia de Fabián comenzó justó ahí. El trauma que pasaron en la guerra no les permitió llegar funcionando correctamente para adaptarse de nuevo a la sociedad. “Yo siempre he dicho que nos entrenan para ser soldados, para matar, pero no nos entrenan para volver a ser parte de la sociedad”.

El soldado que se jugó el pellejo por una nación que no era suya, jamás recibió los servicios médicos. Sólo obtuvo años de pelea y muchos trámites burocráticos. “Sale uno con la necesidad de ayuda sicológica por todo lo que vivimos”.

Dos años después de su regreso de Kosovo, la policía detuvo a Fabián “manejando ebrio”. Ese fue un pretexto para negarle la ciudadanía estadounidense. “Yo creía que ya era ciudadano, incluso dentro del servicio militar yo pregunté a mis superiores si yo era ciudadano y me dijeron que sí”, asegura Fabián.

Desde entonces el soldado retirado dedicó sus días a trabajar en la construcción, las heridas que dejaron la guerra lo obligaron a retirarse de la milicia: durante los entrenamientos se dislocó dos discos, la cadera, y se volteó en un vehículo con municiones activas.

“En 2007 hice un trabajo de construcción, cobré 750 dólares por el trabajo de una semana, me pagaron con un cheque de una compañía de transporte de carga. Fui al banco a cambiarlo, y en caja me pidieron que esperara mientras aprobaban la transacción. En menos de 10 minutos llegaron varias patrullas, los agentes me detuvieron porque el cheque no tenía fondos, y era uno de varios que habían sido expedidos de manera fraudulenta por la compañía que me contrató. Un fraude de 200 mil dólares”.

Para Fabián dos trágicas ironías marcaron su historia. Fue a la guerra porque sería el primero de sus familiares en obtener una ciudadanía, “ahora todos la han obtenido menos yo”.

Y agrega que cuando un soldado muere tiene derecho a que se le expida una ciudadanía inmediata, “(pero) para qué la quiero muerto”.

Luchan por regresar

Se calcula que al menos 4 mil veteranos han sido deportados de Estados Unidos, por cometer faltas menores en ese país. Como parte de una acción histórica, hasta el 20 de abril, los veteranos de guerra deben reunir 100 mil firmas para que el Congreso de Estados Unidos comience a revisar cada uno de sus casos.

“Yo veo entre 95 y 98% de posibilidades de que voy a regresar, a mi país, con mi familia, al lugar donde correspondo, porque yo arriesgué mi vida por mi país, y si fui lo suficientemente bueno para servir, creo que soy suficientemente bueno para vivir en mi país”, considera Rebolledo.

En Tijuana, Fabián, el soldado experto en explosivos, trabaja en un puesto de hot dogs, donde con lo que gana apenas cubre sus necesidades básicas. Habla con dificultad el español, casi siempre lo hace en inglés. Llegó a Estados Unidos cuando cumplió 13 años.

“Por el acento que tenemos, cuando llegas a aplicar a algún trabajo, tan sólo por eso no te lo dan. Qué irónico, porque supuestamente aquí en México hablar inglés es un paso para poder sobresalir”, lamenta el soldado.

Fabián Rebolledo está triste. Le indigna que si muere tendrá todo el derecho a que lo entierren en un cementerio memorial, con todos los honores que merece un soldado. Le entregarán la bandera de Estados Unidos doblada a sus familiares e inmediatamente después le expedirán su ciudadanía.

“¡Pero ya para qué, ¿para qué queremos eso después de muertos? la necesitamos ahora, ahora necesitamos el tratamiento médico, ahora necesitamos nuestra ciudadanía para estar con nuestra familia, no después de que muramos!”, comenta.

La próxima semana Fabián Rebolledo visitará, en Matamoros, a unos cien veteranos de la guerra de Vietnam que están deportados, y viven juntos en una casa hogar llamada la Casa del Indigente; están enfermos y lejos de su verdadera casa.

Para firmar la petición ante el Congreso de Estados Unidos de Norteamérica, para que se analicen los casos de los veteranos deportados, ingrese al sitio de Internet: www.veteranswithoutborders.

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