ESA COSA QUE LLAMAN REFORMA LABORAL O LA CODICIA SIN FRENO DEL CAPITALISTA

HUGO L. DEL RÍO

El Sistema mexicano no puede sobrevivir sin entes como Gordillo, Romero Deschamps, Víctor Flores, Hernández Juárez y toda esa fauna de dueños de sindicatos. México se va a la mierda, pero los dueños del poder y la gloria, así como sus escuderos, bufones y escribanos están “ultrasatisfechos”, como dijo Gustavo Madero, el impoluto jefe nacional del PAN. El cártel de la globalización se impuso: la noche no quedó atrás: apenas comienza la era del frío y la oscuridad. Ya era muy débil la protección que brindaba la ley –tal y como se interpretaba desde hace muchos años– a los asalariados. Fieles al espíritu del Constituyente de 1917, los congresistas que dieron a luz la antigua Ley Federal del Trabajo entendieron la función tutelar del Estado. En México, al igual que en el mundo entero, la guerra de clases es una realidad: no es un invento de Marx y Engels: el hombre que vive de vender su trabajo entra en conflicto con el hombre que compra su esfuerzo. En algunos países, hay un cierto equilibrio de fuerzas: en México no. La correlación de energías favorece al Capital de manera brutalmente desproporcionada. En realidad, la Contrarreforma laboral se limita a blindar los abusos patronales con la coraza de la legalidad. Los despidos sin indemnización no son novedad. Los contratos temporales o provisionales a seis meses, digamos, sin que el laborante cree derechos se estilan desde hace años. La adscripción del hombre a sueldo al IMSS está sujeta a la buena voluntad o a la codicia sin freno del capitalista. En cuanto a la democracia sindical, eso siempre fue una broma cruel. Conocí, de joven reportero de la fuente obrera, la limpieza con que se manejaba el Sindicato Mexicano de Electricistas, SME. Y tuve tratos con la ASPA y las sobrecargos, al igual que con líderes verticales del sindicato minero: Napoleón Gómez Sada conocía su oficio y para conservar la corona que luego heredó a Napito, tuvo que ceder ante ese gremio rebelde y combativo en muchas cosas. Lógico: el SME, los pilotos aviadores, las asistentes de vuelo y los mineros eran espinas que la oligarquía tenía clavadas cerca del corazón. Qué tal si mañana o pasado cunde el ejemplo. Los verdugos cambiaban de vestimenta: se vestían de azul o con los colores de una Patria que están asesinando. El sindicalista mexicano no tiene derecho a elegir a sus líderes, pero sí está obligado a acatar las órdenes de sus caudillos. El manejo de los dineros es reservado, confidencial: los obreros o empleados no tienen por qué saber qué se hace con sus cuotas. El sindicato es el patrimonio de los cómplices en el cuarto o quinto escalón de la cleptocracia y los santanas del Tercer Milenio. ¿Sueldo mínimo? Bah, si con seis mil pesos al mes se vive como príncipe. Índigo, una publicación ajena a las reivindicaciones sociales, escribió: ”Visto lo que sucedió ayer en la Cámara de Diputados, lo que hicieron casi todos los legisladores panistas es vergonzoso”. El editorialista se quedó corto: Acción Nacional tiró al bote de la basura la ideología y la sustituyó por intereses políticos y económicos. Pero lo mismo podemos decir del PRD: su patética protesta contra el atraco fue una mezcla de maquillaje y escenografía. O qué: ¿Beto Anaya y su familia son ahora paladines sin tacha del proletariado? Y muchas cosas de igual o peor jaez se pueden decir de cuadros y militantes perredistas. Ahora resulta que al perredismo lo traicionaron los panistas. Vaya: aquí no hay déficit de ingenuidad, para no usar una palabra más fuerte. En el juego político la traición está en el aire y la sonrisa oculta el puñal. Los insultos son pérdida de tiempo y afán de hacer el ridículo. Hace más de 500 años, Maquiavelo escribió:”…Un príncipe prudente no debe observar la fe jurada cuando semejante observancia vaya en contra de sus intereses y cuando hayan desaparecido las razones que le hicieron prometer. Si los hombres fuesen todos buenos, este precepto no sería bueno, pero como son perversos y no la observarían contigo, tampoco tú debes observarla con ellos”. Lo único bueno de la tragedia que empezamos a vivir es que terminó el festín de las máscaras: perdimos el derecho de hacernos pendejos con el sueño de que “con este señor…” o “ahora sí…” Como dicen los españoles: “Las putas al poder, porque sus hijos no pudieron”.

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