MARCELA TURATI EN 72 MIGRANTES

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GELDER LIZARDO BOCHE CANTE

 

Un surco mal trazado de frijol permanece como recuerdo de tu vida en los Astales, el racho de 20 casas allende el río Las Tacayas, en El Progreso,Guatemala. Tu aportación a la milpa familiar parecía bigote retorcido, tan gracioso, Lizardo, que tu tío pidió que lo dejaras.

No saliste bueno  para el trazo acaso desde que desertaste de la primaria. Tantas ganas tenías de salir del pueblo que te alquilaste como chalán en el camión guajolotero de vaivenes entre tu caserío y San Antonio La Paz. Tanta urgencia sentías por vivir que con 17 años eras todo un hombre casado. Estabas próximo a estrenarte como padre  del bebé tejido con amor en el vientre de Yésica, quien hoy se sabe una niña viuda. Te hipnotizó la idea de dar a los tuyos una mejor vida abandonando las milpas de tu Guatemala y pizcando golden apples en California. En vez de quetzales ganarías dólares. Se veía re fácil: tu cuñado Gilmar sería el guía, tú y tu cuñado Ermelindo los seguidores.

Te pienso junto a ese par cruzando el río Suchiate a la brava, entre esa enredadera de bicitaxis que trasladan mercancía y pasaje de manera legal o contrabandeada. Los imagino en Chiapas aferrados como moscas al techo del tren carguero, los músculos tensos, en vigilia permanente para salir volando. Me pregunto si entre las costuras del pantalón llevabas billetes cosidos para ocultarlos de los dueños de esa ruta del más fuerte. Acaso quisiste camuflar tu condición migratoria con una mochila ligera que no delatara que cargabas tuis sueños en la espalda. Quizás matizaste el cantadito del dulce hablar guatemalteco, o memorizaste las estrofas de un himno nacional ajeno, para confundir a quienes prohiben el paso según el injusto rasero de la nacionalidad.

Me intriga saber si desde el lomo pudiste atrapar alguna bolsita con agua o uno de los atados de tacos que lanzan las doñas avecindadas a la orilla de las vías, que no soportan que el hambre y el sufrimiento se paseen tan cerca. ¿En qué momento ustedes tres perdieron el camino? ¿Cómo fue que “la ley” los correteó hasta obligarlos a esconderse? ¿El samaritano que prometió llevarlos a Monterrey, fue quien los vendió a sus asesinos por unas monedas? ¿Quién autorizó a los hombres que llamaron a tu casa, para pedir dos mil dólares por tu rescate, a actuar como  dioses borrachos, con derecho a mutilar vidas?

Lizardo, ¿Habías escuchado que la frontera mexicana es territorio perdido? Vaya,¿al menos que en México se libra una guerra donde los migrantes son un botín y que las autoridades contemplan con sospechosa indiferencia esa compra-venta?

Encontraron tu cuerpo, querido Lizardo, junto a los de los esposos de tus hermanas Karla y Nohemí, y a los otros 69 migrantes en el rancho de San Fernando. Nomás tras lomita quedaba Estados Unidos. En los Astales, la noticia desmoronó como polvorón la vida de todos, desgajó corazones como pasa con los cerros tras las lluvias. ¡En la foto de un diario tu Yesica luce tan triste y tan linda! El vientre no se nota aún abultado.No se si Lizardito siente la angustia que guarda ella.Seguro que cuando nazca le contará de tí le dirá que el presidente te declaró héroe en una ceremonia donde no te dejaron estar presente.

Sigues varado en una morgue mexicana. ¿Quién te mandó Lizardo, no tener cédula de identidad? No hubo manera de identificarte aunque tus parientes empeñaron su palabra en que tú eres tú, el adolescente de las milpas mal trazadas. Un surco de tierra te espera en casa. Ahí tu cuerpo será sembrado.

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