BRAULIO PERALTA EN 72 MIGRANTES…

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MIGRANTE AUN NO IDENTIFICADO

 

Nací donde el silencio es entrada a un pozo de oscuridad. Hoy ya no tengo rostro, no tengo patria: estoy fuera del mundo… ¿Alguien podría escucharme?

Acá, donde los aztecas llegaron a dominar las Huastecas a punta de pedernal. Donde luego los españoles, en persona de fray Junípero Serra y su cruz, destruyeron lo que quedaba de nuestras construcciones  y, encima, levantaron la iglesia de su religión, con arcilla, barro, piedra cantera y concha molida.

Nacimos de sangre sobre sangre.

De aquí, pues: de Temapache, donde la vegetación oculta crímenes de siglos.

Habito en la cúpula mayor, desde donde puede contemplarse el horizonte, hacia el mar, o al norte, rumbo al ferrocarril que alguna vez conducía hacia el otro lado: la nueva tierra prometida. Por aquí pasan los que no alcanza a llegar a ninguna parte. Gente que desea un destino superior. Los que van tras la esperanza: cabizbajos, como una vela que llora: ocultos por sombras en que se funden el día y la noche.

Son los invisibles. Los sin nombre; porque igual pueden ser usted, usted y usted…

Ya no los lloro. Para qué. Siglos de ver pasar la vida que se pierde.

Fueron 72 los últimos. Llegaron por los viejos carriles del ferrocarril. En el pueblo les ofrecieron atole, chocolate y tamaelotes: comida predestinada para los muertos. No sabía que iban a un matadero en un rancho de Tamaulipas. Eran hermanos del sur, de la misma desgracia de milenios. Ahora les llaman migrantes – cuando son de nuestra raza.

La culebra que cruza por el altar para proteger lo que tenemos se escondió cuando los rayos del sol se fueron con el atardecer, cuando ellos siguieron su camino…

Días después, hasta acá escuché los gemidos, el crujir de huesos…Luego se convertirían en noticias, que suenan barbarie: cuchillos, ráfagas de fusil, sangre sin huellas de respiración humana..

¿Alguien podría escucharme?

Ya no tengo patria. Sigo aquí, fuera del mundo, reteniendo en la memoria la masacre de nosotros mismos. No sé si sirva de algo, pero al menos desde mi cúpula, no les rezo: los pienso: para no olvidar, para no acallar, si acaso para conocer sus historias, algún día, cuando la verdad estalle.

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