LA JAULA DE ORO: BIENVENIDOS AL ESPEJISMO DEL DESENCANTO

POR ROBERTO GUILLEN

Asistir al Cinépolis para ver La Jaula de Oro del español Diego Quemada Diez me dejó un perplejo sabor de boca: con un toque de angustia luego de atisbar en los oscuros resortes de la condición humana, pero con un dejo de celebración: asistimos a la seducción estética de una denuncia.

El arte iluminando las tripas de la barbarie, para también iluminar las conciencias de nuestro tiempo: de pronto esos seres fantasmales que a salto de mata cruzan la república mexicana, en la pantalla del Cinépolis nos asaltan con la palpitante desgarradura, que denuncia una falla estructural en la convivencia humana: nos estamos comiendo los unos a los otros. Pero el filme de Quemada Diez no se enclocha en el tremendismo del todos queremos ver mole , o en salpicar de aullidos y vísceras la pantalla para que la consabida receta traiga por consecuencia el éxito de la taquilla.

Admirable y arriesgado el tempo de una cinta que nos narra la tragedia de Sara, cortándose el pelo para parecer bato y uno una mercancía prostituible. Que la vemos colocándose una venda en los pechos, para que los rufianes no se trastornen como el perro de Pavlov. Que la vemos consumiendo pastillas para evitar el embarazo producto de las violaciones que son el pan de cada día. Son imágenes que desentierran a las muertas de Juárez y también a las recientes muertas en el Estado de México, pero que entierran a todas aquellas que son instrumentadas por el poder .

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La seducción de Cannes es una denuncia de oro. El cine como vitalidad humana…más allá del neón somnífero Hollywoodense.

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Me gusta Roland Barthes cuando nos dice que el teatro de Bertolt Brecht siempre culmina con un signo de interrogación: así el periplo de Juan, el guatemalteco, barriendo la merma mercantil en una empacadora: ¿Para esto arriesgué mi vida? ¿Dónde está el espejismo del sueño americano? ¿En realidad vale la pena treparse al lomo de la bestia?

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La categoría de Cannes: Denuncia y Resistencia. Quemada Diez nos abre la puerta del indígena  Chauk y el universo de los mayas: ¿Cómo está tu corazón? Le pregunta a Sara,  su compañera de viaje, quien oculta sus pechos mediante un férreo vendaje. Y es que así como la mujer es reducida a un instrumento sexual, la naturaleza  y el reino animal desembocan en la maquinal ambición industrial, como recordando aquella célebre imagen de Pink Floyd, en su video The Wall: en qué nos hemos convertido:  la existencia como una siniestra empacadora…

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Somos la sorda glotona sociedad cibernética

Eva ya no vendrá, y… la sabiduría de los Mayas?

En el Cinépolis mi acompañante se molesta porque el director no traduce las palabras de chauk. Le respondo que me parece formidable, le digo que tal vez si lo traduce no escucha lo universal que puede resultar otra lengua, otra historia y otra visión del mundo…

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Lo escribí hace tiempo en mi libro Coctel de Letras: tenemos prisa por partirnos la madre. Hemos perdido la capacidad de sentarnos bajo la copa de un árbol para videar las nubes de algodón. La incubadora  industrial donde habitamos nos exhibe como fantasmas huérfanos en perpetua colisión. Como dijo Octavio Paz, somos criaturas del fatalismo risueño.

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El que tenga ojos para gozar que vea… la categoría de Cannes.

¿Cómo está tu corazón?

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