EL CINE DEL EXILIO O LA NOSTALGIA EN EL BALCON VACIO

La Asociación para el Estudio de los Exilios y Migraciones Ibéricos
Contemporáneos (AEMIC) y el Centro de Estudios de Migraciones y Exilios
(CEME-UNED) nos invitan a la presentación del documental *Y yo entonces me
llevé un tapón. Memoria compartida de En el balcón vacío, *a la que
asistirán algunos de los protagonistas del filme.

Dirección y guión: Alicia Alted, María Luisa Capella y Dolores Fernández.
Realización: Juan Ramón Maroto. (Madrid, 2012).
*Cómo se hizo la película:* *En el balón vacío*. (Jomi G. Ascot. México,
1961).
*
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*Los esperamos el 30 de enero de 2013 **a las 19:00 hrs. en:*
*
*
*Hamburgo 6. Esq. Berlín.*
*Col. Juárez.*
*México, D.F. *

***

La película goza de un valor histórico fundamental. Es considerada en México el único
testimonio de ficción que toca el tema de vivir el exilio español,[1] cuestión que la convierte en
objeto de estudio digno de un análisis que lleve a localizar claves interpretativas sobre la
representación del exilio y la nostalgia como motor emocional, así como sobre las ideas
estéticas y las posturas teóricas del GNC que la produjo.
Por tanto, si hablamos de exilio, acudimos -entre varios otros aspectos- a un
trasfondo de crisis teñido por la añoranza de la tierra y el tiempo perdido, que a veces se torna
interminable cuando va del plano real a lo simbólico.La noción de exilio se liga al sentimiento
de nostalgia, ese anhelo por lo que ya no se tiene pero permanece en la memoria como un
recuerdo a veces idealizado e irreal del objeto perdido. La nostalgia si se entiende como un
sentimiento colectivo, bien puede percibirse -por la misma naturaleza del campo- en síntomas
a través de la producción cultural y artística.
Ahora bien, desde el contexto, no sólo se trata de un legado artístico, sino de una
coyuntura sociocultural protagonizada por algunos exiliados y algunos otros mexicanos que
derivó en una nueva cultura cinematográfica, en una modernidad entendida como una nueva
experiencia estética y moral protagonizada por el GNC (aunque no exclusiva de éste).
Este grupo estuvo constituido por intelectuales, artistas, cineastas y pioneros en la
crítica cinematográfica “seria”. Sus protagonistas fueron Salvador Elizondo, Carlos Monsiváis,
Gabriel Ramírez, J. Luis González de León, y los exiliados José de la Colina, Jomi García
Ascot, Luis Vicens y Emilio García Riera; sin olvidar la efímera participación –fuera del núcleo
básico- de Luis Buñuel, José Luis Cuevas, Carlos Fuentes, entre otros.
Todo parece indicar, al seguir las pistas de sus miembros capitales, que una fuerte
necesidad existencial motivó a estos jóvenes (en promedio contaban con 30 años de vida, y
buena parte de ésta transitada en las salas de cine) a reunirse en varias ocasiones con la
intención de poner su grano de arena para rescatar el deplorable estado del cine mexicano.
Por un lado eran regidos por la preocupación ante la aguda crisis, pero también por la
responsabilidad de tomar partido ante la tendencia del cine mundial a permanecer en medio
de dos grandes disyuntivas (cine de autor versus cine de industria), asimismo, por la
necesidad de implementar el mundo del cine como un oficio y un campo que dota
vigorosamente de sentido a su existencia. Cabe decir que, amén de distintas actividades
culturales y laborales, coincidían en las salas donde disfrutaban del cine clásico de directores
tutelares como Ford o Hitchcock; y poco a poco el cine pre-moderno de algunos otros como
Kurosawa, Bergman o Buñuel, así como el escaso cine independiente mexicano regido por
luces dentro de la sombra de la cinematografía nacional con cintas como Raíces (Benito
Alasraki, 1953), Torero (Carlos Velo, 1956), El brazo fuerte (Geovanni Korporaal, 1958),
películas que pasaban por su vida cuando asistían a cines y cineclubs como el IFAL o el
Progreso, directores que les evocaban largas disertaciones cinematográficas en reuniones
pero también en la naciente crítica escrita.
Es importante mencionar que fueron influidos inesperadamente por el cine de la
Nouvelle Vague con todo y su base teórica discutida en la revista Cahiers du Cinéma. Emilio
García Riera recuerda la revelación súbita que llevaría a la transformación de sus vidas y de la
cultura cinematográfica, cuando uno de sus amigos exiliados le anuncia que:
Ha recibido una revista francesa de cine muy buena, que ya va por los cincuenta
números, y me la muestra: tiene las tapas amarillas y se llama Cahiers du Cinéma
[…] Y me empiezo a enterar de una politique de l’autor, que, según veo, tiende a
conciliar mis propios gustos “inconfesables” con los valores de la cultura
cinematográfica, y que me “da permiso” de disfrutar a gusto Cantando en la
lluvia […] que no fue hecha por unos gringos cualesquiera, sino por Stanley
Donen y Gene Kelly, que merecen entrevistas y filmografías […] Lo que me causó
la lectura de François Truffaut, Claud Chabrol, Jean Luc Godard, Jaques Rivette o
Eric Rohmer […] fue al mismo tiempo la irritación y el reconocimiento […] La
enseñanza que yo deduje de su ejemplo fue capital: si el cine ha sido tu placer de
siempre, séle fiel a ese placer […] Placer es juego, y el juego placentero consistiría
para la nueva crítica en descubrir los cineastas que de verdad le gustaban a uno y
que debían imponerse como valores verdaderos, desplazando a los ídolos
falsos.[2]
Un rasgo distintivo para entender la gestación del grupo y, por tanto, la modernidad
cinematográfica mexicana -más allá de los cambios que vive el cine y de aquellas
transformaciones de la cultura mundial-,[3] fue en buena medida la coyuntura sociocultural
protagonizada por intelectuales y artistas mexicanos con exiliados españoles, o bien,
desterrados acunados en México, forzados a reinventar su identidad y, por su propio habitus –
entendido éste como un estilo de vida, una forma de conocimiento, de estabilidad social y
sobre todo de identidad-[4] a intentar unir la vida y el arte cinematográfico. En esta arista, bien
podemos decir que éstos son un conjunto de personas de innegable habitus.
Así pues, además del cine, que era su principal campo,[5] el exilio fue el denominador
común que unió y forjó la identidad de la mayoría de ellos, definida por la nostalgia de una
tierra lejana aún presente en sus costumbres y tradiciones, pero también por los recuerdos del
tiempo onírico de su primera infancia. Todo incierto e inserto en la con

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One thought on “EL CINE DEL EXILIO O LA NOSTALGIA EN EL BALCON VACIO

  1. Desde que un día muy pequeñita, vi difusado por la ORTF, la película En el balcón vacío, tuve que esperar años e Internet para conocer su título!
    Yo aquella niña, nieta de refugiados políticos españoles, con un abuelo rojo, y una abuela que conoció en su cuerpo y en su vida la cárcel por sus ideas.
    Yo aquella niña nacida en Francia, después de todo aquello, por primera vez escuchaba un eco a lo que mis abuelos me contaban, dándome a la vez una cultura, un idioma, una idea de la vida.
    Tengo solamente flashes de aquella película que solo vi UNA vez siendo realmente muy niña sin embargo para mí cobró una dimensión peculiar y estremecedora;
    Solo necesita decirlo.
    Por mí y por todos aquellos que como yo, llevamos aquel exilio en el alma, que sin ser el nuestro directo, ha forjado nuestra vida y nuestra persona.

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