HUGO L. DEL RÍO
En México la opinión pública tiene el tamaño, la forma y el peso de un cacahuate. El universo mediático es fofo, desconfigurado: tan ajeno, tan alejado, tan indiferente a las reglas y tradiciones más elementales del periodismo profesional que, con toda honestidad, un tránsito cualquiera puede morder delante de reporteros y camarógrafos de toda la Prensa escrita y electrónica de Monterrey sin recibir ni siquiera una amonestación. El superior inmediato, en vez de castigarlo o darle un regaño, exigirá su “moche”. Nuestra debilidad es así de grave. Lo peor, desde luego, es la corrupción. Natividad González Parás siempre lo supo: por ello hizo lo que le vino en gana. Rodrigo Medina quizás no lo sepa, pero su autismo sustituye con buen éxito a la ignorancia. El anuncio de que el gobernador va a duplicar el gasto público en la promoción de su imagen personal hubiera provocado un tsunami político hasta en el más pinchurriento pueblo de Texas. Aquí, recibimos la noticia, atrincherados, como siempre, en el baluarte del valemadrismo. Lo nuestro es el futbol, güey, y después del futbol, más futbol. El niño Medina, supongo, se deja guiar por consejeros que deben estar en la nómina secreta de su peor enemigo. ¿Cómo puede el Ejecutivo estatal presupuestar un gasto cien por ciento superior al actual para mostrarse en la tele bien peinado, con su traje planchado y sus zapatos brillando como espejos, en el preciso momento en que nos quiere convencer a los nuevoleoneses de que ya corre por las vías, como tren bala japonés o europeo, el convoy de la austeridad? Les quita autos, celulares y algunos gastos de representación a varias docenas de burócratas. Con fanfarrias da a conocer al mundo que tuvo la nobleza de bajarse el sueldo en cinco o quince por ciento –ni en eso le salen las cuentas—y, solidaridad obliga, algunos de sus cortesanos imitaron el ejemplo. Hay quienes dicen que en los sanitarios del gobierno no hay papel sanitario ni jabón y los hay quienes aseguran que incluso se cortó el servicio de agua. Exagerada que es la raza de bronce. Los recortes que ordenó Medina son un grano de arena en el Sáhara de la deuda: si con esos tímidos cortes de tijeras de juguete al gasto se pretende pagar el adeudo diremos que sí: es posible. Tardaremos varios milenios pero sí se puede. O era posible antes que a Rod se le ocurriera eso de salir en la pantalla chica con la niña Higareda para impulsar no sé qué desatino. Malo el asunto, pero lo de dobletear las costas de la publicidad personal en TV es funesto. No es dispendio, dice Pinocho Domene: es inversión. Tal vez: hasta Medina habrá ya tomado conocimiento de que en el nuevo sexenio nadie reconoce sus méritos. Tal vez afloja el nudo de la escarcela para palmar, con nuestro billete, sus idas y venidas: ¿y qué tal si en su corazoncito arde la ambición de ser estrella de telenovela? Qué triste: un hombre tan joven a punto de dar el salto al vacío desde lo alto del acantilado. Pudo haber sido un gobernador de decoro. Ahora, RM y todos los nuevoleoneses debemos recordar que en los tiempos del priato los Presidentes no se manejaban con timidez: gobernador que no funcionaba era renunciado o el Congreso decretaba la desaparición de Poderes. Y Rod no sólo no ofrece buenos resultados: le está haciendo casi tanto daño a su partido como a Nuevo León. Si RM sigue en la sillita, el PAN gobernará Nuevo León por los siglos de los siglos. Peña Nieto es político joven con mañas viejas. Algo tiene o quiere tener de renovador, pero también tiene mucho del antiguo PRI.
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