Ubicada en el corazón de la ciudad ( en la calle Bay) está una sucursal de las tiendas comerciales de la marca Winners, sitio donde Douglas acostumbraba ir por las mañanas casi todos los días excepto los domingos: él es el encargado de entregar limpio el local antes de que el establecimiento abra sus puertas al público. A cambio la empresa por la que trabaja –de dueños mexicanos- le pagaba 500 dólares al mes, menos dinero del que recibiría un empleado canadiense haciendo la misma labor; no obstante gana más que sus otros compañeros…
Platica que, junto con dos personas, a veces tres, barría, enceraba limpiaba baños y recogía la basura del establecimiento; muchas veces trabajaban doble gracias a los vasos desechables de café escondidos entre la ropa que dejan por accidente los clientes olvidadizos. Todas las mañanas frías de invierno, Douglas se levantaba muy temprano para ir a trabajar y, al igual que muchos, tomaba el primer tren del día y soñaba despierto en el camino, esperando un nuevo comienzo.
De origen tabasqueño, Douglas ( su verdadero nombre no lo dio) vino como turista a Toronto, de cuya sociedad quedó perdidamente enamorado, porque la “cultura del respeto” hacia los homosexuales está más desarrollada en este lugar que en México: “Me encanta la libertad que hay aquí, y conocer mucha gente de varias nacionalidades; yo en México trabajaba en un despacho contable, ahí en la oficina ayudaba yo en cosas de Hacienda, hacía los pagos, todos los movimientos de bancos y todo eso”, menciona no sin cierta nostalgia.
“No me fue difícil conseguir empleo porque estaba platicando con una amiga y ella fue la que me ofreció mi primer trabajo de limpieza, en Winners”.
Tras haber conocido a Douglas en su lugar de trabajo quedamos de vernos después, el 24 de junio, a propósito de la marcha del orgullo gay ( en inglés, gay pride) para continuar con la entrevista. Entre participantes y espectadores, miles de personas asistieron puntuales al evento; por todas partes de la ciudad las organizaciones y comunidades gay marcharon acompañadas por una gran diversidad musical, el colorido y alegría iba de acuerdo con sus respectivos países de origen, brindándole al público, como cada año, un gran espectáculo; sin embargo, debido a la constante movilización de los carros alegóricos y al descomunal ruido, nos fue casi imposible acordar, vía celular, un punto de reunión seguro. No obstante, lo habría de encontrar entre tanta gente. Así las cosas y tras haber caminado sin rumbo por algunos minutos, pasó frente a mí el contingente de “la comunidad gay latina”, indudablemente debía estar ahí – pensé- o al menos quizá alguien loo conocería…Nadie de los allí presentes conocía ese nombre, solamente una persona me dijo que había dos mexicanos participando: “Mira, es él”, y me señaló a uno de ellos. Era un hombre vestido todo de blanco con un sobrero que llevaba una cinta de muchos colores, y en su mano derecha iba sosteniendo un extremo de la bandera gay, al mismo tiempo que con la izquierda sostenía una bandera latinoamericana. Caminé hacia él y a espaldas suyas le pregunté: ¿Douglas?
Mientras caminábamos junto al contingente latino las banderas multicolores y la música de merengue, salsa y reguetón nos envolvían en un ambiente de alegría aderezado de la hermosa fonética cervantina hablada por aquellos viandantes, aislándonos de toda referencia anglosajona como pocas veces se puede vivir en esta ciudad.
Mientras el público veía pasar los carros alegóricos y a centenares de personas participando, Douglas me contaba que e un inicio había venido a Canadá a pasar sus vacaciones, y no obstante, decidió aplicar como refugiado al ver la libertad y la seguridad con la que viven aquí los homosexuales. Está llevando a cabo un proceso legal como refugiado para adquirir su residencia: “Por orientación sexual, pero no he tenido ningún problema en México y gracias a Dios va saliendo a delante”.
Como a muchos refugiados, el gobierno le brinda a Douglas ayuda legal al pagar los servicios del abogado que está llevando su caso. El recuerda haber ido a las oficinas de migración donde “uno solicita refugio, te dan una fecha para el hearing (juicio) y ellos solos te dicen las bases que tengas en tu caso”.
Confiesa haber tenido mucha suerte desde que llegó, dado que, además de haber recibido ayuda por parte del gobierno, encontró gente que lo ha apoyado mucho durante su estancia. Sin embargo, Douglas piensa en su familia y sueña con verlos otra vez: “Que todos se vinieran para acá, los quiero tener a todos para ser (sic) completa mi felicidad aquí, la verdad que he tenido suerte de encontrar muchas personas me han ayudado, también el gobierno te ayuda en todo, te da estudios, me ayuda a pagar mi renta y tienes ayuda de todas partes; a como nos tratan aquí igual hay que ser gente de bien y tenemos que aprovechar todos los beneficios que nos da el gobierno, pagar nuestros impuestos, es un lugar maravilloso, precioso, muy diverso.
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